Por Rafael Andrés Álvarez
En días recientes se ha generado en Cuba una batalla moral en defensa del más grande de todos los cubanos, nuestro José Martí -tanto en las redes sociales como en la prensa- a raíz de las pretensiones de un grupo de seudoartistas que, a nombre de una cacareada libertad de creación, han pretendido con mancillar su nombre y la imagen sagrada que de él tenemos todos los cubanos y digo todos, pues tanto los que viven en la Isla y los que decidieron un día por razones diversas residir fuera de ella, sienten y llevan a Cuba en sus entrañas, y con ello a nuestro Ápostol sagrado.
Martí es nación, savia de la patria, sangre redimida de todos los cubanos buenos, de todos los hombres buenos. Martí no merece ofensas, aunque él en vida las recibió y supo como enfrentarlas, pero hoy no está para hacerlo y nosotros, sus hijos buenos, las enfrentamos en su nombre.
Este desagradable incidente deja una lección importante para todos, y es que hay cosas con las que no se puede comulgar. No importa que chillen los ingratos sietemesinos morales de siempre -que los hubo y los habrá-, quienes utilizarán el culebrón de la mal llamada censura, de mutilación a su libertad de expresión, como medio para defender su villanía.
Martí es sagrado. Hasta sus rivales en la guerra y quienes participaron en ese nefasto combate que le costó la vida, nunca vieron como una victoria su muerte. El Coronel Ximenez de Sandoval, español por demás, y quien comandara la tropa que le dio muerte, declinó el marquesado de Dos Ríos, porque, dijo, “lo de Dos Ríos no fue una victoria; allí murió el genio más grande que ha nacido en América” ¡¡Y era su enemigo en la guerra!!
Tan grande era, es y será su apostolado por la libertad de los hombres, que nunca, nunca, nunca, debiéramos haber tenido ni siquiera la necesidad de estas líneas. Quien quiere matar moralmente los símbolos más sagrados de una nación en nombre de una supuesta libertad que ni siquiera ellos respetan, debieran cuando menos, ser llamados por sus conciudadanos, apóstatas de su patria.