Ni a Trump ni a Almagro se les ocurriría alguna vez en sus vidas reconocer que más de 400 000 profesionales de la salud han participado en misiones fuera de Cuba desde 1963.
Saberse un servidor de una potencia extranjera huele a mercenario. Alinearse con las peores patrañas para dañar a nuestros pueblos es, además, vergonzoso. Y eso lo hace Luis Almagro todos los días.
En el caso cubano, este señor ha hecho fijación, de manera que, ante el menor pestañeo del Departamento de Estado norteamericano, él corre a ponerse de primero en la fila de los genuflexos, y más ahora cuando se entrega por completo en aras de que lo reelijan como secretario general de la oea, la nefasta institución con apellido americano.
La más reciente de las componendas entre el gobierno de Donald Trump y la oea de Luis Almagro, fue la organización y realización de un foro en Washington con el título La oscura realidad detrás de las misiones médicas cubanas, cuyo único propósito es desacreditar los programas de salud del Tercer Mundo, donde los médicos de la Isla han desempeñado una labor solidaria jamás lograda por la medicina a nivel mundial.
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