Luego de la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista, Cuba tuvo que enfrentar la más severa de las situaciones económicas de su historia.
Con el fin de destruir a la Revolución, Estados Unidos recrudeció aún más su criminal bloqueo. Nuestro país quedó prácticamente solo, fueron años muy duros, de enormes carencias, pero el pueblo y su gobierno supieron sortear los más complejos escollos.
Contrario a las apuestas de los enemigos de la Revolución, Cuba no sólo resistió de pie, sino que venció las adversidades y creció con talento y creatividad, sin perder la esperanza ni la solidaridad.
El bloqueo ha sido y es no sólo el principal obstáculo al desarrollo de la nación, sino también la mayor causa de sufrimientos para toda su población. Ante tanta crueldad, Cuba ha sido creativa y ha resistido firmemente los embates del peor de los cercos económicos, que ha pretendido asfixiar al país.

La preocupación por la salud, la formación educativa, la puesta en marcha de decenas de programas culturales, deportivos y científicos, y, sobre todo, la contribución solidaria de médicos y otros profesionales a los rincones más lejanos de todo el mundo, han ratificado la esencia humanista de la Revolución cubana en las más difíciles circunstancias.
Los cubanos hemos llegado hasta aquí, bloqueados, resistiendo carencias, víctimas de una cruel asfixia económica impuesta desde Washington; pero convencidos de que es posible, desde Cuba, construir un país mejor para nuestros hijos.
El mayor desafío está en preservar la unidad de la nación, porque ante el mundo, el bloqueo ya fue vencido con una dignidad y resistencia inigualables.
¿Por qué bloqueo y no embargo?

En el propio año 1959 Washington inició sus acciones para derrocar a la Revolución cubana, operaciones que fueron escalando hasta convertirse en un bloqueo total encaminado a la asfixia económica, puesto en vigor desde febrero de 1962.
Un año antes, el 3 de enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba. El 31 de marzo de ese año, el Presidente John F. Kennedy suprimió totalmente la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano y el 3 de febrero de 1962, mediante la Orden Ejecutiva Presidencial 3447, se implanta oficialmente el bloqueo total contra Cuba.
Inversamente a lo que opinan y manipulan algunos, las acciones ejercidas contra Cuba por sucesivas administraciones estadounidenses no se enmarcan en la definición de “embargo”. Por el contrario, trascienden éste y tipifican como “bloqueo” al perseguir el aislamiento, la asfixia y la inmovilidad de la nación, con el perverso propósito de ahogar a su pueblo y llevarlo a claudicar de su decisión de ser soberano e independiente.
“El bloqueo es un acto de guerra”, este es un principio aceptado en el Derecho Internacional desde la Conferencia Naval de Londres, de 1909. Sin embargo, desde el 3 de febrero de 1962, cuando el presidente John F. Kennedy estampó su firma, los continuos inquilinos de la Casa Blanca, tanto republicanos como demócratas, ratificaron la ilegal política bajo el manido y falso pretexto de que es un “asunto bilateral”.
La Ley Torricelli promulgada en 1992, reforzó las medidas económicas contra Cuba y brindó sustento normativo a la extraterritorialidad del bloqueo. Cuatro años después, en 1996, se puso en vigor la Ley Helms-Burton, con el objetivo esencial de obstaculizar y desestimular la inversión extranjera en la Isla, así como internacionalizar el bloqueo.
Una pieza del pasado que recrudece la Casa Blanca

La adopción por el presidente Donald Trump del “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de EE.UU. hacia Cuba”, el 16 de junio de 2017, que refrendó entre sus objetivos el recrudecimiento del bloqueo contra la Isla, representó un serio retroceso a las relaciones bilaterales con Cuba.
Desde entonces, las regulaciones y disposiciones emitidas por los Departamentos de Tesoro, Estado y Comercio de los Estados Unidos, han impuesto trabas adicionales a las limitadas oportunidades del sector empresarial de Estados Unidos en Cuba y han restringido, aún más, el derecho de los estadounidenses a viajar a la Isla vecina.
La puesta en vigor de estas sanciones ignora el apoyo mayoritario de la opinión pública estadounidense, de la comunidad internacional y de una buena parte de la emigración cubana en el norteño país al levantamiento del bloqueo y a la normalización de las relaciones entre los dos países.
El fortalecimiento de la aplicación extraterritorial del bloqueo ha sido otra de las manifestaciones distintivas del endurecimiento de esta política, con marcada incidencia en las relaciones financieras y crediticias internacionales de Cuba.
El bloqueo constituye una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos de todo el pueblo cubano y califica como acto de genocidio, en virtud de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de 1948. Es violatorio de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, y constituye un obstáculo para la cooperación internacional.
El escenario actual es muy complejo, pero Cuba reitera que jamás hará concesiones inherentes a sus principios de independencia y soberanía. Si el bloqueo no es levantado, los cubanos seguiremos construyendo el país aún en las más difíciles circunstancias, porque este pueblo hace mucho tiempo que venció a esa absurda política de Washington.