Pacientes de Cuba e, incluso, del propio Estados Unidos, con afecciones oncológicas, sufren la crueldad del cerco económico, comercial y financiero impuesto a la nación antillana.
Desconozco si Mick Phillips aún vive. Ojalá. Lo que sí es una certeza su diagnóstico: cáncer de pulmón. El estadounidense había sido tratado con radiaciones y quimioterapia en su país, y su pronóstico de vida era nulo.
En 2016, The New York Times y la CBS News daban cuenta de que este ciudadano de Wisconsin sobrevivía cinco años después gracias a la vacuna terapéutica cubana CIMAvax-EGF; sin embargo, para acceder a ella tenía que venir a La Habana a través de una tercera nación. El bloqueo de Estados Unidos le impedía el viaje directo e, incluso, importar el medicamento.
Meses atrás, un titular de Cubadebate detuvo mi recorrido matutino por Internet: “Madre de niño con cáncer: Bloqueo de Estados Unidos contra Cuba es criminal”. La foto que acompañaba la nota informativa transpiraba el dolor de Mayelín Jiménez, cuyo hijo inmunodeprimido llevaba ingresado un año y cuatro meses en el Instituto de Oncología y Radiobiología (INOR), en La Habana, y requería de exámenes y tratamientos que se dificultaban por esa política hostil.
Son apenas dos historias que confirman el alcance inhumano del cerco económico, comercial y financiero estadounidense, el cual provocó un daño ascendente a 104 millones 148 mil 178 dólares al sector cubano de la salud entre abril del 2018 y marzo del 2019, cifra recogida en el informe que Cuba presentará a la Asamblea General de las Naciones Unidas dentro de unos días. Sigue leyendo